martes, 24 de junio de 2014

Capítulo 41 ♥

What´s Up, my dandelions?!!!
Okay...creo que no.
Hola, hola, tributos míos! Estaba, ya saben, disfrutando de mi tiempo libre....cuando pensé: "Mmm, hace mucho que no subo capítulo.....tal vez lo haga hoy, sí....." (Bueno, a parte de que pensé "tal vez mis dientes de león me quieran asesinar por tardarme tanto")
Ah, sí.....¿vieron que dije "tiempo libre"? Eso es porque.....¡HAN ACABADO LOS ÚLTIMOS EXÁMENES DEL AÑO! OH SI!! *baila como loca*
Yo estoy emocionada. Tal vez me tengan un poco más por acá :D
Ahora, esta vez no pude equilibrar mucho las responsabilidades de la escuela y  tratar de publicar en el blog, lo siento, pero....ya saben que los exámenes traen loco a cualquiera.
¿En qué nos habíamos quedado en el anterior capítulo? ¡Ah sí!¡Que Peeta tenía que irse al Capitolio!
Yo sé que cuando empiecen a leer el cap va a ser un poco....¿amargo es la palabra? Pero, les prometo que acabará en algo que les gustará mucho (o, al menos, eso espero) 
Hace algunos minutos le enseñé a una amiga el borrador de este capítulo, cuando lo terminó me pidió más.....Ojalá y ustedes se queden con las mismas ganas que ella.
No los entretengo más!
Ya saben: Lean Disfruten  Amen Comenten
¡Por que comentar un apoyo a su escritora no está de más!(aunque la odien por tardarse siempre en publicar)
Señoras y señores, tributos y azucarillos, con ustedes, el Capítulo 41:













"Era un sólo deseo. 
Egoista, pero un deseo: No quería alejarme del chico del pan."-Katniss.







Capítulo 41: Deseo egoísta.







Recuerdo esa sensación de decepción.
O era algo más.
Tan vívida como si no hubieran pasado los años, el tiempo........
Cuando siento que, mientras todo va bien, siempre tendrá que haber un momento en el que se arruinen las cosas.
No sé porqué rayos no lo vi venir. Ya debería estar acostumbrada a los giros inesperados de la vida,de las tantas veces que ha jugado conmigo esta misma.
Y, pienso en la razón por la que Peeta no quería decirme su secreto: temía mi reacción.
Este era el momento de demostrar que él estaba equivocado. Tendría que haberme controlado, no dejar que mi tristeza lograra traspasar más allá de mis ojos.....
Pero, claro, no lo hice.
Me avergüenzo de ello. Y de cómo me lo tomé cuando él me aseguraba una despedida cercana.
Recuerdo que lo único que hice fue darme la vuelta y subir corriendo las escaleras.
Empujé la puerta del cuarto y ésta se abrió para dejarme pasar. Luego, de la fuerza con la que la abrí, rebotó y quedó entre abierta, dejando que sólo una franja de luz iluminara el cuarto mientras todo estaba comido por las sombras.
Recuerdo que me tiré en la cama sin meterme bajo las cobijas ni ponerme el pijama. Como si de repente mi cuerpo no pudiera luchar contra la fuerza de gravedad.
Me encogí un poco ya acostada, y me la pasé viendo la noche pasar por la ventana y distinguiendo los leves sonidos que venían del piso de abajo.
Pareció haber pasado una eternidad cuando escuché que alguien volvía a abrir la puerta. Cerré los ojos y fingí que dormía. Se oyó un "clic" y todo quedó sumido en la negrura.
Recuerdo que sentí cómo ese alguien se acostaba al lado mío.
Nunca me habría enterado de que había llorado si él no hubiera pasado un dedo por mi rostro, haciéndome sentir la frescura de la humedad bajo su cálida piel.
Entonces me rodeaba con sus brazos.
Y recuerdo en cómo yo, después de un instante de vacilación, me aferré a esos brazos, como si en cualquier momento fueran a desaparecer.....
Sabiendo que tal vez, dentro de poco tiempo, ellos ya no estarían para protegerme de los monstruos de la oscuridad.






Estoy sentada en un sillón junto a la ventana, con las rodillas pegadas al pecho y mis brazos sujetando mis piernas. Ha empezado a llover. Miro cómo el paisaje se va entristeciendo, los colores cambian a gris, blanco y negro, como una foto antigua.

Pasan los minutos hasta que siento que él se coloca cerca de mí.
-No estás muy contenta por la noticia,¿verdad?....te he notado muy callada hoy.
-¿Contenta?¿Debería estarlo, en serio?- digo con amarga ironía.
Con un suspiro mudo quito la vista de la ventana y me siento bien en el sillón.
-No entiendo por qué yo no puedo ir contigo....sabes que yo...
Y eso era una de las razones por las cuales estaba disgustada. No lo quería estar, pero no lograba quitarme el malestar de la cabeza.
Todo empeoró cuando, después de revelarme que se iría (algo ya de por sí horrible) todavía agregó que me prohibía ir con él.
Fueron sus palabras exactas. Aunque les encuentro un poco de justificación: obviamente no me daría tan temprano por vencida ni por todas las amenazas que se me vinieran encima por parte de él.
-Katniss- me corta-, sonará grosero pero....en realidad, no quiero que vayas.
-¿Por qué?- replico, enfadada-¿Acaso te molesta que te acompañe?-suelto, sin medir la dureza de mi voz.
Obviamente, siempre hablo antes de pensar en las consecuencias. Peeta se muestra ofendido ante mi acusación, pero aprieta los labios y la deja pasar. Me arrepiento de lo que he dicho inmediatamente de ver de su mueca de dolor.
-Bueno, yo...-tartamudeo, tratando de repara mi error anterior-...me refiero a que un día me hice una promesa silenciosa de pagarte con la misma moneda todo lo que has hecho tú por mí....por eso me gustaría estar allí...para apoyarte.
-Gracias, Katniss- apenas sonríe-, pero ya estado antes en esos lugares....y no son los más agradables del mundo. Preferiría que no los vieras...lo siento...
-Yo también he estado enferma. ¿acaso no recuerdas la pulsera de "Mentalmente desorientada" que llevaba en la muñeca? No me la regalaron por cortesía.
-Lo sé.....pero me refiero a que nunca has estado en los hospitales del Capitolio.....la última vez que estuve no fue para nada grato. Es contraproducente: me meten al lugar del cual antes me habían encerrado. No ayuda mucho con los flashbacks..........
-Sí, sí, pero yo.......quiero estar a tu lado. Ser en lo que puedas recargarte ¿No enfrentarás todo esto solo otra vez....oh, sí? Ya lo hiciste una vez, no hace falta que lo hagas una segunda.- Le acaricio una mejilla y me acerco más a él.
Peeta apretó mi mano contra su mejilla y cerró los ojos un momento.
-Estaré bien- me susurró al verme de nuevo a los ojos.
-Pero yo no- fue lo que contesté.



Era un sólo deseo. Egoista, pero un deseo: No quería alejarme del chico del pan.
Ojalá pudiera admitir que esta vez no me importa demasiado estar sin él. Pero estaría diciendo una gran mentira.
No, no quiero volver a hacerlo de nuevo. No creo poder aguantar.
Echo un vistazo a la ventana de nuevo. Ver la lluvia me hace recordar el día en el que nos volvimos a encontrar después de mucho tiempo.
Aún recuerdo el sabor de la lluvia sobre sus labios... eran tan frescos como las gotas de agua.
-Katniss- mi nombre me saca completamente de la ensoñación. Peeta se ha acercado aún más a mí y ahora sus ojos están un poco más cerca de los míos-, ¿podrías quitar esa cara de tristeza? Me pones realmente nervioso.......
-Lo siento- suspiro-, simplemente es que quiero ir contigo....sé que no podría pedirte que olvidaras todo este asunto y te quedaras....pero no quiero separarme de ti, no sé si tengas idea de cómo me sentí cuando tú...
-Shh, es suficiente, por favor- me pide, acariciándome la mejilla con una mano y apoyando ligeramente su dedo en mis labios.
Por fin dejo de hundirme en mi tristeza por un rato y noto de verdad los ojos de Peeta sobre mí. Puedo leer por un momento todo lo que dicen y todo lo que sienten.
En eso me doy cuenta de que me he comportado de una forma que no hubiera aceptado hace algunos años. ¿Cuándo yo, Katniss Everdeen, iba a dejar que algo me debilitara y, aun peor, demostrarlo? Muy a mi pesar me pregunté en qué lugar había dejado mi máscara de indiferencia, ya que en realidad siempre suele ser útil. Entonces me resigné. Aunque nunca pensé que podría necesitar a Peeta de una manera indescifrable.......tenía que dejarlo ir.
Suspiré.
Dejé fluir las palabras por mi boca antes de que me arrepintiera de decirlas:
-Está bien- asentí, y me dí el lujo de sonreír un poco-. Entiendo por qué no quieres que vaya. Además....¿ no será por mucho tiempo, verdad?- enredé un mechón de su cabello en mi dedo.
Peeta sonrió y me besó en los labios.
-Te prometo que no- susurró cerca de mi oído-. O, ¿acaso crees que yo también podría sobrevivir si tú no estás a mi lado?








Del otro lado de la ventana, un rayo veloz tocó la tierra. Se oyó un retumbar, el grito de los cielos, y de repente todo se iluminó por una décima de segundo.
A penas era consciente de los truenos que causaban las nubes. Mientras el frío húmedo de la lluvia abrazaba a los bosques, a mí me abrazaba el reconfortante calor de los brazos del chico del pan.
Nos habíamos quedado tumbados en el sillón. Yo tarareaba una canción contra su pecho, en voz baja. Peeta me había rogado que cantara algo, ya que hace mucho que quería escucharme de nuevo cantar.
Cuando hube terminado, él me estrechó un poco más y luego me levantó la cara.
-Eres como mi pequeño sinsajo personal- sonrió.
Levanté una ceja un poco y me acomodé entre su abrazo.
-Si me aprietas demasiado me vas a dejar sin alas- bromeé, estúpidamente.
Él entonó su melodiosa risa, pero aflojó el apretón que me tenía aprisionada.
-¿Te he dicho que los días de lluvia me recuerdan a ti?- preguntó.
-No. Pero continua.
-Bueno- miró fugazmente a la ventana-, la primera razón: es el gris. Me recuerda tanto al de tus ojos.
-¿La primera razón?¿ O sea que hay más?
-Sólo una más- me acarició la mejilla.
-Suéltala.
-La segunda....- sonrió- es el día en el que te dí el pan. Desde ese momento empecé a meditar si acercarme más a ti, no sólo ser la sombra que te seguía mientras podía.....Pero, claro, sabes que nunca me atreví.
-....hasta que tuviste una cámara enfrente- reproché un poco.
-No necesitas repetírmelo...
-....en televisión nacional- seguí.
-Está bien, sé lo vergonzoso que fue para ti pero....
-Pues lo fue- lo interrumpí de nuevo, con una sonrisa burlona.
-Te dije que no me dijeras- tomó la almohada que había en el sillón y me pegó con ella sin fuerza.
Hice un bufido de reproche y me quité el almohadón de encima, riendo.
-Aunque ve a dónde hemos llegado- susurré-. Hicimos distintas jugadas y aún así el destino nos puso en el mismo camino.
Lo miré a los ojos.
-Entonces hay que agradecerle al destino por ello- dijo antes de besarme.
Recibí su beso impaciente, ya que sólo estaba esperando a que lo hiciera. Se nos había olvidado el asunto del viaje, las discusiones, y las tristezas.....por un momento. Sabía que volverían, tal vez con más fuerza, pero me permití dejar de pensar un instante y disfrutar del presente. De mi chico del pan.
-Oye, desde hace mucho quería enseñarte algo.
-No lo dejes en suspenso y dime qué es- le dije.
-Bueno, para eso tienes que venir conmigo, ¿Aceptas?-contestó incorporándose y tendiéndome una mano.
-Nunca diría que no- sonreí mientras le tomaba la mano y me paraba junto a él.









-¡Vaya! ¡Así que por fin me vas a enseñar uno de esos cuadros en los que tanto trabajas!-grité, entusiasmada.
-No es para tanto, Katniss.
Peeta corría las cortinas del estudio para que así pudiera entrar un poco más de luz, aunque, con el cielo nublado, no se notó mucho la diferencia.
-Tú siempre restándole importancia a las cosas- dije haciendo un movimiento con la mano y caminando por el estudio, que estaba un poco desordenado.
Mi mano estaba a punto de tomar la manta que cubría al cuadro, cuándo algo saltó en la silla que estaba al lado mío y me sobresaltó.
Una bola de pelos enmarañados y sucios me gruñó.
-Buttercup, gato estúpido- saludé con lo habitual-. Casi ya no te dejas ver, ¿por qué ahora estás aquí?-pregunté, pero un trueno sonó, y al mismo tiempo me dio la respuesta-. Ah, ya veo, es porque está lloviendo y no puedes andar afuera revoloteando. Interesado....-susurré. El gato me lanzó un bufido y se bajó al suelo para hacerse bola en un rincón y dormitar.
Peeta se acercó y dije:
-¿Por qué lo dejas entrar?-señalé a Buttercup.
-Me da un poco de pena el pobresillo, deberías haber visto su cara, rasguñando la puerta trasera para que lo dejara entrar- sonrió.
Puse los ojos en blanco y volví mi atención al cuadro.
-¿Y bien?¿Lo vas a descubrir?
-Sí, pero antes...
-Ay,no...-me quejé-. Nunca podemos ir al grano, ¿eh? Si me vas a pedir que me cubra los ojos, no lo haré.
Peeta rió.
-Sólo te iba a decir que quitáramos juntos la manta....
-Ajá- lo miré, sin creerle-. Hagámoslo de una vez por todas.
Ambos nos colocamos en un extremo y tomamos la tela entre nuestras manos, deslizándola suavemente.
Iba a ayudar a Peeta a colocarla en el suelo, pero un vistazo de reojo a la pintura hizo que acaparara toda mi atención por completo. La manta se soltó de mis dedos y cayó sin que yo me diera cuenta.
-Oh....,es....- me acerqué todo lo que pude, hasta que la silla que estaba enfrente del caballete me lo impidió.
-¿Te gusta?-preguntó, con un tono repentino de timidez en su voz.
-¿Cómo no me va a gustar?-le sonreí-. Todo lo que pintas es tan hermoso- adulé.
-Gracias.
Todo era colores vivos en esa pintura.
El mismo campo de prímulas que habíamos plantado en el prado se extendía, y, las montañas, aún más. Las flores amarillas estaban un poco inclinadas, supuse que el viento era el causante de eso.
Por último, me vi a mi misma. O, bueno, deduje que era yo. No fue muy difícil, a pesar de que estaba de espaldas. El cabello oscuro atado a una trenza y el vestido naranja que alguna vez me puse para cenar con él.
Mi mano trataba de sostener a una prímula pequeña. Me recordó a la que enterré cerca del árbol aquel día. Esta volaba a muy pocos centímetros de mis dedos extendidos, como si la tratara de atrapar, o ya la hubiera dejado que se la llevara el viento. Pero esto no acababa ahí: la prímula se deshacía en su viaje al cielo y  poco a poco los pétalos se fueron reuniendo hasta convertirse en un ligero diente de león surcando el aire.











-Tu capacidad para sorprenderme aumenta cada vez más, Peeta Mellark- mencioné, poniendo una mano en su hombro.
-No es para tanto- repitió.
-No te lo crees ni tú mismo- susurré, viéndolo. Ambos sonreímos.
-¿Sabes? Cuando dijimos que íbamos a intentar las actividades que hacía el otro, se me olvidó enseñarte pintura.
-Creo que no importa-dije.
-¿Ah, sí? ¿Por qué no?- preguntó.
-Tú naciste con el talento de pintar que yo, obviamente, no tengo.
-Pero tú naciste con talento para ser una arquera- opinó.
-Tuve que practicar mucho para lograrlo.-negué con la cabeza-.Si te enseño tiro con arco, a lo mejor, después de mucha consistencia, te vuelves tan bueno como para ganarme, pero yo nunca podré igualar una pintura como ésta-señalé el cuadro.
Estaba mirando el lienzo cuando sentí que me tomaba por la cadera y me jalaba hacia él.
-Bueno, me halagas- su boca en mi oído me causaba cosquillas.
-Es un placer- sonreí. Levantó su mano y sus dedos se posaron suavemente en un costado de mi cara. La sujetó para luego a traerla a la suya, a sus labios. Cerré los ojos, pero al no ocurrir nada, los abrí.
Me encontré con la expresión divertida de Peeta.
-¿Qué?- pregunté, confundida-. ¿No ibas a....nosotros no íbamos a....?
-Katniss- dijo, tratando de ocultar su sonrisa apretando los labios-, estás un poco amarilla, ¿estás bien?¿no te estarás enfermando?
-¿Qué dices? ¿Amarilla? ¿qué...? Espera......- entendí su broma y me llevé los dedos a la mejilla. Cuando los retiré para verlos estaban cubiertos de pintura amarilla -Tú....- bufé.
Peeta por fin dejó salir la carcajada que estaba reteniendo.
-Juro que no fue intencional...-explicó, riendo-. No me dí cuenta hasta que te vi.
-Ja. Muy gracioso- puse los ojos en blanco. Me senté en una silla y comencé a buscar un trapo en el estuche con el cual limpiarme.
-¿Buscas esto?- puso el trapo multicolor por las motas de diferentes pinturas. Asentí, poniendo una mueca. Iba a tomarlo, pero cuando a penas lo rocé con mis dedos, Peeta me lo arrebató de las manos. Estaba a punto de replicar...
-Espera- dijo-, ya lo hago yo.
Con un rechinido de dientes dejé que me sentara en la silla que estaba allí y que me frotara con delicadeza la mejilla. Después de un rato retiró el trapo de mi cara y lo puso junto con los pinceles.
-Listo- anunció. Se había acuclillado para que nuestras caras estuvieran a la misma altura.
-Si ya está listo....entonces, ¿por qué no quitas tu mano de mi mejilla?-pregunté. Peeta movió sus dedos por mi piel en una caricia y sonrió.
-Siento haberte manchado- susurró.
-Yo también lo siento- dije.
-¿Por qué lo sientes?-preguntó, frunciendo el entrecejo en una duda.
-Por esto- y, dicho eso, llevé mis dedos manchados de pintura amarilla a su nariz. Fingí mi mejor risa malvada antes de mirarlo.
-Sabía que me faltaba algo por limpiar- se quejó él. Le pasé el trapo y ahora fue él quien se tuvo que limpiar.
Mi vista fue a dar a la ventana, después de tanto tiempo de ver cómo Peeta trataba de librarse de aquella espantosa mancha. En realidad veía su cabello....En eso, me percaté de algo.
Había dejado de llover. El sol se dejaba ver por primera vez en el día, y rociaba con sus rayos de luz toda la habitación.
Uno de esos rayos daba directo a los brillantes cabellos áureos de Peeta, llenándolo de destellos. Pero, cuando levantó la cara y me miró, fueron sus ojos los que brillaron por la clara luz del sol. De hecho, me debatía en mi interior si eran más radiantes los rayos de luz blanca o los mismo ojos del chico del pan...
-¿Sucede algo con mis ojos...? No puedes apartar la vista de ellos- sonrió.
-Todo el tiempo- murmuré. Apoyé ambas manos en la silla para lanzarme hacia adelante y rozar los labios de Peeta.
El beso llegó sin previo aviso. Lo desequilibró un poco, pero luego mantuvo el control. Se fue incorporando lentamente, sin despegar sus labios de los míos y yo fui siendo arrastrada junto a él.
Sin darnos cuenta ya estábamos de pie. Yo le había echado los brazos a los hombros y él me sujetaba de la espalda.
Me pareció ser que tropecé con algo pero ni siquiera me dí cuenta de con qué.
En ciertos momentos, me llegaba a cargar que mis pies dejaban de tocar el suelo.
Era inevitable que fuéramos interceptados por el sofá que se encontraba allí, más si no nos fijábamos por dónde nos llevaban nuestros pies, pero, cuando ambos caímos en el sillón, sólo nos reímos un poco sobre nuestra piel.
Me abracé a su torso al igual que la oscuridad se aferra a la noche. Ya empezaba a odiar los cabellos sueltos que me hacían cosquillas en el rostro y se interponían entre las miradas y los besos.
Al tratar de apartar un rizo de mi frente me separé de él. Sus ojos se clavaban en los míos. Por un momento nos dedicamos a hacer nada. Sólo a mirarnos.
A lo lejos alcanzaba a oír el goteo suave de afuera. Era un sonido relajante, armonioso. E iba al compás de mi acelerado corazón.
-Peeta, ¿Y si subimos a la habitación?












En primera, yo estoy para cumplirles sus deseos a ustedes, lectores. Por fin, pasarán....cosas. Sin interrupciones esta vez....*ejemm....Joha...ejem....na* n___n
Estoy ahorita mismo preparando el siguiente capítulo....y, siendo sincera, no sé qué rayos pondré, pero ya se me ocurrirá algo, siempre se me ocurre algo :)



¿Les gustó el capítulo?¿Lo amaron?¿Lo odiaron?¿Extrañarán a Peeta también? Dios, sólo se va 15 días, tranquilas, eh ;)
Díganme todo, ABSOLUTAMENTE TODO, lo que se les cruzó por la cabeza cuando leyeron el cap.
Espero de todo corazón que hubiera sido de su agrado. Ahora, es momento de despedirse.
Recuerden que tal vez ronde por aquí más seguido.....
Muchos besos, saludos y abrazos para ustedes, mis azucarillos! Espero que les vaya bien hoy, mañana y siempre!
Os quiero.♥ ¡Hasta la próxima!





                                           Con Cariño♥
                                                  Vuestra Escritora♥
                                                                          Meena♥